Las evidencias del resurgimiento de los "Escuadrones de la Muerte" no son pocas
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San Salvador (apro).- En enero 1992, después de que terminó la guerra civil salvadoreña, el ejército fue depurado y reducido; además se le suprimieron las funciones de seguridad pública. En paralelo, la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) se desarmó, entregó las armas y desarticuló sus estructuras militares.

Un tema quedó pendiente y sin solución: la investigación y la neutralización de los aparatos clandestinos de la llamada guerra sucia, los Escuadrones de la Muerte que, según analistas locales, en la actualidad han resurgido para ejecutar nuevas funciones: la llamada limpieza social y el sicariato.

La desmovilización y reducción de fuerzas castrenses de ambos bandos dejó a decenas de hombres sin sus funciones primarias: liquidar a enemigos. Muchos tuvieron que escoger los caminos de la emigración, empleos informales y la delincuencia, según una de las explicaciones sociológicas del auge delincuencial en El Salvador.

Las evidencias del resurgimiento de los grupos de extermino o nuevos Escuadrones de la Muerte no son pocas. En menos de un mes, entre mediados de agosto y lo que va de septiembre del presente año, se pueden citar los siguientes casos:

Un grupo de la Policía Nacional Civil (PNC) fue enviado a prisión por un Tribunal Judicial la ciudad oriental de San Miguel, por su presunta pertenencia a un grupo de exterminio. En otro extremo, en la ciudad de Chalchuapa, al occidente de San Salvador, otro grupo dedicado supuestamente a exterminar pandilleros impone un toque de queda nocturno para limpiar la ciudad de malacates.

Por si fuera poco, en los últimos días se han verificado asesinatos colectivos cometidos por encapuchados fuertemente armados en varios lugares de El Salvador.

Así como actuaron contra la oposición a la dictadura en décadas pasadas, así están actuando contra pandilleros y sospechosos de ser pandilleros. Es un estado peligroso y mantiene con miedo a la publicación, dice a Apro el alcalde de Chalchuapa, Mario Ramos, quien afirma que la matanza no tiene nada qué ver con rivalidades entre las pandillas, como suelen argumentar las autoridades.

Noches de terror

En la madrugada 5 de septiembre en la ciudad de Soyapango, municipio periférico de la capital, seis hombres armados, vestidos con uniformes negros y cubiertos sus rostros con pasamontañas, llegaron a la casa del supuesto pandillero Alex Ronald Velásquez, conocido con los alias de Lirio o Baby. La humilde vivienda está en un tramo de la vía férrea en ciudad Credisa.

Los victimarios apartaron de la escena del crimen a la suegra e hija de Velásquez; unos las llevaron al comedor, mientras los ejecutores rociaron de balas el cuerpo del presunto pandillero. Su esposa no se encontraba en la vivienda porque estaba dando a luz al último hijo que procrearon como pareja. La policía cree que el grupo de encapuchados actuó por encargo para vengar la muerte de una menor de 13 años de edad, crimen que se le adjudicaba al ejecutado.

En otro lugar: el cantón Tres Ceibas, de Armenia, en la provincia occidental de Sonsonate, el pasado 9 de septiembre, alrededor de las 21:30 horas, en el interior de una vivienda se encontraban tres jóvenes: Miguel Ángel Zepeda, de 23 años; los hermanos Juan Carlos y Juan José, de 18 y 15 años de edad, respectivamente, cuando un grupo indeterminado de hombres armados, vestidos de negro y con pasamontañas en sus rostros irrumpió violentamente en el lugar y asesinó a tiros a sus moradores.

La policía sólo explicó que el móvil del crimen podría ser la rivalidad entre las pandillas por el control del territorio.

Al siguiente día de aquel hecho, dos hombres y una mujer, a la 1:50 de la madrugada, fueron baleados por hombres armados desde un automóvil en marcha. Las víctimas eran amigos o parientes entre sí, departían normalmente frente a su domicilio en la ciudad de Mejicanos, en la periferia de San Salvador. Ni la policía ni las víctimas pudieron explicar el móvil, pero se supone que los victimarios los confundieron con pandilleros de las maras, o simplemente fue un acto de aterrorizamiento (sic).

Toques de queda

Chalchuapa es una población de casi 70 mil habitantes. Tiene los elementos para el desarrollo de un polo turístico: Clima agradable, pueblo e iglesias coloniales, ruinas mayas-pipiles como El Tazumal y la zona de Casa Blanca, donde los colonizadores fundaron una de las primeras fábricas de añil, aunque hoy dichas labores para obtener el tinte natural para el algodón son financiadas por Japón. Pero su destino es otro.

Sin embargo, Chalchuapa es agobiado por las pandillas maras. Domina la Mara 18, pero siempre existen rivalidades con la Mara Salvatrucha, ambas originarias de los bajos fondos de Los Ángeles, California. Estamos enfrentando lo que enfrenta todo El Salvador. Altos grados de homicidios, robos, extorsiones..., se queja el alcalde de la ciudad, Mario Ramos.

En agosto los asesinatos oficialmente registrados fueron 17; en julio, 10; en meses anteriores, cinco en promedio, según fuentes de la policía local. Sin embargo, el alcalde Ramos asegura que las cifras son mayores a las que tiene registradas la policía.

La apacible Chalchuapa, no obstante, saltó de súbito a la notoriedad nacional e internacional. Un presunto grupo de exterminio conocido sólo con las siglas de E.L. que, según autoridades salvadoreñas podría significar Escuadrón de Limpieza o Escoba de Limpieza-- decretó un toque de queda en la localidad y que la población ha estado cumpliendo. Ordenó cerrar los negocios a las 9 de la noche; a la ciudadanía, encerrarse en sus casas; y, por insólito que parezca, a la policía, acuartelarse. Ellos se encargarían de limpiar el pueblo de malacates, extorsionistas y mareros.

Escuadrones mutantes

Edgardo Amaya, de la Fundación para el Estudio y Aplicación del Derecho (Fespad) y especialista en casos de violencia, explica a Apro:

Efectivamente hemos llevado desde hace algunos años un estudio de casos de asesinatos que se salen de lo común de la violencia que ahora padece El Salvador. Tomamos como patrones las definiciones hechas por el Grupo Conjunto para la Investigación de los Grupos Ilegales Armados con Motivaciones Políticas que se creó en nuestro país unos años después de finalizada la guerra. También tomamos los patrones del Grupo de Trabajo de Ejecuciones Sumarias y Arbitrarias de Naciones Unidas (ONU). Desgraciadamente existen casos de asesinatos individuales y colectivos que nos indican que hay grupos de exterminio.

No podemos decir con certeza que estos grupos de exterminio son Escuadrones de la Muerte del pasado que mutaron o son nuevos, pero las huellas que dejan nos llevan a un comportamiento casi exacto. En lugares como Sonsonate, San Martín, Soyapango y otros, se han dado casos de hombres fuertemente armados, con pasamontañas que tienen medios de comunicación y de transporte; secuestran a personas, que luego aparecen asesinadas con señales de torturas, apunta el especialista, quien recuerda que hechos de esa naturaleza ocurrieron a finales de la década de los setenta y principios de los ochenta, es decir, antes y durante la guerra civil, pero el patrón era político: se eliminaban a los opositores a la dictadura.

Finalmente, Amaya advirtió que los niveles de impunidad, junto a las falta de investigación y de voluntad para neutralizar a estos grupos ilegales, son las causas que los hacen proliferar, como suceden en El Salvador, la nación más peligrosa de Latinoamérica, con una tasa de homicidios de más de 60 por cada 100 mil habitantes, una de las más altas del mundo.