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A propósito de la muerte del ex-dictador chileno Augusto Pinochet, es importante recordar que ésta de ningún modo puede atenuar ni menos eximir al Estado chileno de su inquebrantable deber de hacer justicia por los graves crímenes contra la Humanidad perpetrados por la dictadura. Recordemos que hay una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, vinculante para Chile, que al declarar la ineficacia jurídica del decreto ley de amnistía, ordena que éste no siga siendo un obstáculo para investigar los casos pendientes, juzgar a los presuntos involucrados y condenar a quienes resulten responsables. Así como tampoco resulta procedente aplicar la prescripción de la acción penal, no sólo por la gravedad de los delitos, sino también por la fatal desventaja en la que se encontraba la población civil frente a un poder estatal absoluto, sin tribunales independientes e imparciales y sin representantes. Pero además quisiera rescatar una reflexión que proviene de quien es para mí el más grande defensor de la democracia en nuestro continente. Me refiero al escritor mexicano Octavio Paz, el último intelectual latinoamericano en recibir el premio Nobel de literatura. Él decía que el gran criminal del siglo XX -y de esta primera década del XXI- es el Estado: aquella "Impersona" que tan sólo conocemos por la inmensidad de sus devastaciones, producto de la errada creencia de ciertos ideólogos y demagogos que sólo desde la política, entendida como quehacer del Estado, es posible conquistar un orden social que haga felices a los seres humanos, lo que ha implicado asesinatos masivos, torturas, amordazamientos y otras infamias cometidas en nombre de la "felicidad futura". Y en Chile, la más fiel encarnación de esta "Impersona" es Pinochet. Es por ello que pienso que las nuevas generaciones debemos hacernos cargo de esta dolorosa experiencia, instando por la creación, reforzamiento y mejoramiento de aquellas instituciones democráticas que resguardan y garantizan los derechos fundamentales. Pero tal instancia debemos ejercerla principalmente desde la libre crítica y el pluralismo, y no sólo desde la política. Porque justamente la gran lección que nos deja la fatal experiencia del estatismo, encabezado por los Stalin, los Hitler, los Pinochet o los Bush, es que "la política es el arte de convivir y no el de cambiar al hombre". Y si hay algo que como especie humana no podemos dejar de celebrar en un día como hoy, 10 de diciembre, es haber logrado lo que hasta el momento ha sido nuestro principal cambio histórico, justamente desde la libre crítica y el pluralismo: el reconocimiento universal de nuestras más nobles condiciones de existencia, más conocidas como Derechos Humanos. Santiago de Chile, domingo 10 de diciembre de 2006.
-- Eduardo Saavedra Díaz
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CHI CHI CHI LE LE LE VIVA CHILE!!!!
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